“Bajo el azul del cielo, las nubes parecían presagiar húmedas incertidumbres. Esta mañana emprendo el sendero natural que recorre este bello espacio protegido.

En la mochila solo llevo un delicioso tentempié para el almuerzo; sin embargo, noto cómo mi espalda aún carga con un gran peso emocional, de cíclicas preocupaciones, de tensiones y desasosiegos de la semana anterior.

Comienzo a pasear tranquilamente y la suave calidez de los rayos de sol encienden mi ánimo. Agradezco esa energía que me ofrecen.

Con cada paso que avanzo, cambia la fisiología de mi cuerpo y, pronto, el aroma de los pinos me envuelve con entrañables sensaciones del pasado.

Los relajantes sonidos del agua invitan a sentarme en la orilla del río. Mientras juegan mis manos con la fresca corriente, se diluyen todas mis tensiones. 

Una alegre algarabía me despierta la mirada y el llamativo plumaje amarillo de unos herrerillos, atrae toda mi atención.

De súbito, se hace el silencio y observo el vuelo fugaz del gavilán entre los árboles.

Tras alejarse el peligro, escucho de nuevo los agudos trinos de estos pequeños pajarillos. Y contemplo detenidamente sus acrobáticos movimientos. 

Estas delicadas criaturas acaban de afrontar el peligro de una amenaza real y, al instante, reanudan confiadamente su actividad con total libertad.

¿Y si pudiera comportarme como ellos? ¿Qué me impide actuar así? ¿Cómo podría dejar de preocuparme ante tantos miedos irreales?   

Cierro los ojos y respiro profundamente, acariciando con ternura esa emoción que me habita.

Bajo el bosque, los misteriosos juegos de luces y sombras despiertan mi imaginación. Son momentos de creativa ensoñación que logran detener el tiempo. 

Sí, quizás mañana vuelva a mis rutinarios hábitos aunque, ahora, percibo cómo aquél bucle de preocupaciones ha cambiado su forma, su tamaño, su color, su temperatura y hasta de olor. Y quiero guardar en la mochila todos los detalles de esta agradable sensación. 

Aquí me he dado cuenta que algo ha cambiado en mí”.

 

“Cuando cambias el modo en que ves las cosas, las cosas que ves cambian también”

(Wayne Dyer)

 

¿Quién no ha sentido nunca la necesidad de emprender un cambio? 

Esta vivencia aparentemente mágica, bien pudiera reflejar la que pudo experimentar la psicoanalista británica Marion Milner mientras paseaba por el campo. El paseo resultó tan revelador que supuso un cambio en la forma de afrontar sus preocupaciones vitales. Y la naturaleza tiene la magia de hacer emerger al consciente todo lo inconsciente (GARCÍA, H. & MIRALLES, F.).

El cambio es un proceso inherente a la vida. La perspectiva ecológica nos ayuda a comprender cómo los seres vivos experimentamos procesos de cambio para adecuarnos a las condiciones del medio en que vivimos. Estos cambios favorecen nuestra adaptación al nicho ecológico que ocupamos en el ecosistema, es decir, al papel o función que desempeñamos en él. Así también mejoramos las complejas interacciones que establecemos entre los elementos que lo componemos. Y como especie humana, puede decirse que somos “el último en llegar” a este gran ecosistema.

Desde el enfoque de la biología evolutiva, resulta esencial esta adaptación de los seres vivos. En el lenguaje coloquial entendemos que la evolución significa cambio a mejor. Sin embargo, en términos darwinistas, evolución solo significa cambio. Y la evolución es divergente. La única tendencia que parece seguir la evolución es la de adaptarse de muchas maneras diferentes a las cambiantes circunstancias del medio. Y lo que es favorable en un momento dado, puede no serlo en otro (ARSUAGA, J.L. & MARTÍNEZ, I.).

Hay evidencias que existe una profunda brecha entre el nicho ecológico que ocupamos y el papel que queremos representar.  Sin duda, el cambio que supone pasar de “víctima” a “perpetrador” y a “salvador”,  representa un significativo desafío ecológico y emocional, no solo a nivel de la especie humana, sino también para cada persona. ¿Qué nos hace falta para adaptarnos a este cambio?  Quizás, la vulnerabilidad nos ofrece la perspectiva que necesitamos para afrontar nuestro cambio vital. Y la vulnerabilidad no es debilidad (SIMÓ, M.).

Ante la inmensa variedad del paisaje humano, el arte del coaching representa un puente en la evolución del consumismo cuantitativo a la sostenibilidad cualitativa (WHITMORE, J.).  El cambio de la obligación a la capacidad de elección nos descubre caminos de inmensa satisfacción. Y la capacidad de elección implica libertad. Cuando encuentras respuesta a la más sincera intención de tus acciones, de tus emociones y de tus creencias, percibes cómo algo empieza a cambiar en ti.

 

En la primavera de 2.022 nace Emonatura, fruto de su proceso de cambio.

Con emonatura TÚ sientes el cambio!!!

 

Ilustración:  © Emonatura (2022)

REFERENCIAS

– ARSUAGA, J.L. & MARTÍNEZ, I. (2004) La especie elegida. Ed. Temas de Hoy.

– GARCÍA, H. & MIRALLES, F. (2018) Shinrin-Yoku. El arte japonés de los baños de bosque. Ed. Planeta.

– SIMÓ, M. (2018) El mundo de las emociones. Ed. Savanna Books.

– WHITMORE, J. (2016) Coaching. El método para mejorar el rendimiento de las personas. Ed. Paidós.

 

¿Quieres saber si estás adaptado/a para el cambio?    (En nuestro próximo artículo)