Todas las personas poseemos inteligencia cognitiva e inteligencia emocional, aunque lo cierto es que la inteligencia emocional nos aporta la clase de cualidades que más nos ayudan a convertirnos en auténticos seres humanos (GOLEMAN, D.).

La inteligencia emocional integra un conjunto de habilidades emocionales; desde la percepción de nuestras emociones y las de los demás, su asimilación y comprensión, hasta la regulación emocional. Es precisamente ésta, la regulación consciente de las emociones, la habilidad más compleja que nos permite lograr un crecimiento emocional e intelectual (FERNÁNDEZ-BERROCAL P. & EXTREMERA, N.).

La empatía es uno de los componentes esenciales de la inteligencia emocional. Consiste en la capacidad que tenemos para tener conciencia de los sentimientos, necesidades y preocupaciones de los demás. La empatía nos proporciona la perspectiva necesaria para desarrollar una mayor sensibilidad hacia los demás seres. Y la podemos fomentar desde la alegría o desde la tristeza.  ¿Sabías que la empatía no es una capacidad exclusiva de los seres humanos?

“Somos seres sociales y nuestra supervivencia depende de entender las acciones, 

intenciones y emociones de los demás.  Sintiendo, no pensando”

(Giacomo Rizzolatti)

Las investigaciones neurológicas han puesto de manifiesto la relación existente entre la empatía y una estructura cerebral denominada “neuronas espejo”. A finales del siglo pasado, el científico italiano Rizzolatti descubrió el mecanismo cerebral mediante el cual podemos comprender las intenciones y sentimientos de otros seres. Este proceso requiere la activación de las “neuronas espejo”, cuya función es replicar la emoción de la otra persona para poder sentirla en uno/a mismo/a.

La empatía es la capacidad que tienes de experimentar a nivel emocional lo mismo que está sintiendo el otro ser con el que te estás comunicando. La psicología evolutiva ha descubierto que poseemos esta capacidad desde nuestra más temprana infancia. Aproximadamente, la empatía aparece a la edad de 1,5 a 2,5 años, conforme emerge nuestra conciencia (FERNÁNDEZ-BERROCAL P. & FERNÁNDEZ-ABASCAL, E.).

Las investigaciones sobre inteligencia emocional muestran que las personas con inteligencia emocional disfrutan de un mayor bienestar psicológico. Desde el enfoque de la psicología positiva, una persona feliz es aquella con muchas experiencias positivas y pocas negativas, y que se percibe satisfecha con su vida. Las personas felices gozan de mejor salud física y psíquica, afrontan mejor el estrés, tienen más amistades, son más cooperativos,  ayudan a otras personas e, incluso, viven más tiempo (FERNÁNDEZ-BERROCAL P. & EXTREMERA, N.).

¡Esto pinta bien! ¡Suena de maravilla! Seguro que te lo has dicho en numerosas ocasiones. ¿Te has dado cuenta cómo cambia tu percepción del entorno cuando cambia tu estado emocional?  ¿Sabías que dispones de la capacidad para cambiar ese estado? Ello nos permite renovar nuestros puntos de vista sobre una situación que nos incomode y acceder a todos los recursos que disponemos para afrontarla. La programación neurolingüística (PNL) nos descubre nuevos caminos que facilitan ese cambio emocional (ARAGÓN, V.).  En este sentido, la regulación emocional con mindfulness produce una reducción de estados emocionales negativos y una mejora significativa de la empatía (MARTÍN ASUERO, A.). Las neurociencias nos ayudan a comprender los efectos del mindfulness sobre las diversas regiones cerebrales implicadas en estos procesos y su interacción (SAIZ-SÁNCHEZ, D. & al.).

A diferencia de la mente racional, que se comunica a través de palabras, las emociones lo hacen de un modo no verbal. La clave que nos permite acceder a las emociones de los demás radica en nuestra capacidad para captar los mensajes no verbales (GOLEMAN, D.).  Cuando te comunicas sin emplear tu inteligencia emocional, podrás comprender perfectamente el significado de las palabras de la otra persona, pero serás incapaz de captar el mensaje emocional contenido en su tono de voz, sus gestos, sus silencios, su postura corporal, etc. (BARÓ, T.).

Como buenos exploradores que saben “leer” los rastros y huellas de la naturaleza, podemos comenzar tu entrenamiento por reconocer tus propias señales emocionales.

Te proponemos este juego de niños.

1º) Colócate cómodamente frente al espejo, dispuesto/a a observar con detalle las combinaciones de tu expresión facial:

frente, pupilas, párpados, cejas, nariz, mejillas, boca, labios, mentón y barbilla.

 

2º) Imagina o evoca una situación que te genere alguna de tus emociones básicas. Que sean momentos con una intensidad emocional media, no muy alta. ¿Entendido?

Puedes empezar con la alegría. No tengas prisa, recréate observando cada sutil detalle de tus gestos.

 

3º) A continuación, haz lo mismo con cada emoción restante (tristeza, miedo, ira, asco y sorpresa). Dedica un tiempo para cada una de ellas.

Es importante que, entre emoción y emoción, te tomes un pequeño respiro, bebas un poco de agua, des unas palmadas o deletrees tu nombre al revés.

 

4º) Ahora permítete “jugar” con ellas. Durante unos 15 segundos permanece con tu expresión emocional de alegría.

Incluso puedes aumentar más su intensidad, de forma natural, sin forzarla, que sea una sonrisa sincera.

Y mientras mantienes esta expresión, intenta traer a tu mente aquellos momentos que hicieron aflorar tu tristeza, o tu miedo o tu asco.

 

5º) ¿Qué sensaciones te produce? ¿Has notado algún cambio? ¿De qué te has dado cuenta?

Con emonatura TÚ sientes el cambio!!!

 

Ilustración:  © Emonatura (2022)

REFERENCIAS

– ARAGÓN, V. (2019) Practitioner en programación neurolingüística (PNL). Sin publicar.

– BARÓ, T. (2019) La gran guía del lenguaje no verbal. Ed. Planeta.

– FERNÁNDEZ-BERROCAL P. & EXTREMERA, N. (2005). La inteligencia emocional y la educación de las emociones desde el Modelo de Mayer y Salovey. Revista Interuniversitaria de Formación del Profesorado, vol. 19, nº 3. Universidad de Zaragoza.

– FERNÁNDEZ-BERROCAL P. & EXTREMERA, N. (2009). La inteligencia emocional y el estudio de la felicidad. Revista Interuniversitaria de Formación del Profesorado, vol. 23, nº 3. Universidad de Zaragoza.

– FERNÁNDEZ-BERROCAL P. & FERNÁNDEZ-ABASCAL, E. (2015). Emoción. En: Psicología médica. Ed. Elsevier España S.L.

– GOLEMAN, D. (2021) Inteligencia emocional. Ed. Kairós.  (107ª edición).

– MARTÍN ASUERO, A. (2017) Plena mente. Mindfulness o el arte de estar presente. Ed. Planeta.

– SAIZ-SÁNCHEZ, D. & al. (2015) Fundamentos de neurociencia cognitiva. En: Psicología médica. Ed. Elsevier España S.L.

 

 ¿Quién saca a pasear a quién?  (En el próximo artículo)